El despertar de las minorías. Del idioma vernáculo a la lengua nacional

Grabado de una romería popular del siglo XIX.

El siglo XIX fue un período convulso en toda Europa. Uno de los fenómenos que tuvo un auge importante fue el de los nacionalismos, que en muchos casos llevaron pareja una reivindicación de los patrimonios culturales y lingüísticos de los pueblos. En Galicia, el fenómeno del “Rexurdimento” (resurgimiento) supuso que un número importante de escritores e intelectuales abanderasen la recuperación del gallego para su uso en la literatura y en otros espacios públicos de prestigio. Rosalía de Castro es su figura más celebrada.

Sumario
  1. El auge de los nacionalismos
  2. La reivindicación de la lengua propia
  3. Los primeros folletos e impresos
  4. Rosalía de Castro y el “Rexurdimento”

1. El auge de los nacionalismos

Las reacciones por parte de las comunidades étnicas “periféricas” frente a las políticas de “nacionalización” de los estados non se hicieron esperar. De ahí nacieron los nacionalismos irredentistas que proliferaron en la Europa decimonónica, sobre todo en el marco de anacrónicos imperios multiétnicos como el austrohúngaro. La cadena argumental es, en muchos de estos casos, justo inversa a la anterior: el pueblo que posee una lengua, y en consecuencia una cultura propia, constituye por lo mismo una nación, y como tal tiene derecho a dotarse de un Estado propio. Pero hay que tener en cuenta las advertencias que antes hicimos contra las lecturas esquemáticas, mecánicas y literales de la secuencia Estado > Nación > Lengua/Cultura, en este caso para la secuencia contraria Lengua/Cultura > Nación > Estado. La cadena de razonamientos no fue tan sencilla ni se produjo de golpe y de modo idéntico en todas partes, sino que las conexiones y los correspondientes proyectos se fueron estableciendo de manera sinuosa, progresiva, discontinua o interrumpida, con diversos matices y variaciones dependientes de los contextos.

2. La reivindicación de la lengua propia

Para los nacionalistas étnicos, la reivindicación de la lengua propia resulta atractiva por diversas razones. En primer lugar, porque es muy visible e identifica de manera inequívoca. En segundo lugar, porque es un bien cultural apoyado por todo el pueblo. En tercer lugar, porque, gracias a su capacidad para adaptarse, constituye un elemento que une al pasado pero no ata a él y, así, permite hacer compatible la tradición y la modernidad. Por la misma capacidad de adaptación, el idioma propio facilita el acceso a la cultura internacional contemporánea sin mengua de la propia especificidad. Por último, a diferencia de otros eventuales atributos étnicos (como la raza), el idioma no constituye una barrera infranqueable para los ajenos o los apartados (aquellos sectores de la comunidad que se aculturaron) que estén en disposición de “nacionalizarse”: un idioma puede aprenderse, y con eso ya uno se apodera de él. Además, la lengua constituye el sustento material de otro elemento central en cualquier cultura: la creación literaria, ya sea oral y popular, o escrita y culta.

3. Los primeros folletos e impresos

En los pasos iniciales del proceso de reivindicación de lenguas y comunidades sometidas, se encuentra muchas veces un uso puramente instrumental del idioma vernáculo, la indagación sobre el folclore (no olvidemos que la palabra, y la disciplina correspondiente, Etnografía, son flores del siglo XIX) y las búsquedas eruditas y anticuarias. Siempre, por debajo, el gusto romántico por lo pintoresco, lo popular y lo medieval, continuado en la afición realista por la descripción de costumbres. En Galicia, los primeros impresos en gallego aparecen al calor de las luchas, primero bélicas (contra Napoleón) y después ideológicas y políticas (de los liberales contra los tradicionalistas), que movilizaron las tres primeras décadas del siglo XIX. Pero se trata de una titulación puramente utilitaria, propagandística, del idioma: folletos para ser leídos en voz alta en círculos de vecinos y correligionarios, representando directamente diálogos (los títulos son indicativos: tertulia, coloquio, conversa...) entre personajes populares. Estos textos sorprenden todavía hoy por su vivacidad y fidelidad al habla cotidiana, aunque carezcan de ambición literaria o de cualquier vocación de permanencia más allá de la circunstancia y el motivo concreto de lo que se parrafea en el escrito.

4. Rosalía de Castro y el “Rexurdimento”

Sólo hacia la mitad de siglo, y en gran medida bajo el estímulo de la obra y las ideas de Martín Sarmiento, con atisbos de didactismo e incluso de la estética del neoclasicismo, se produce una utilización del idioma con miras cultas. Pero esta vía (la que probó Xoán Manuel Pintos) pronto quedó limitada. Rosalía de Castro, con un texto de clara filiación folclorizante, Cantares Gallegos (1863), consigue un poco más de éxito, aunque hasta la década 1880-90 no cala un movimiento claro de reivindicación de la lengua y de promoción de su uso literario (en realidad, básicamente poético). En esta década, como en las siguientes, confluyen los esfuerzos de los folcloristas, de los anticuarios, de los historiadores, de los lingüistas amadores, de los divulgadores y de los escritores. Florece entonces el llamado “Rexurdimento pleno”, en el que destacan poetas como Rosalía de Castro, Manuel Curros Enríquez y Eduardo Pondal, pero también narradores como Marcial Valladares, publicistas polifacéticos como Valentín Lamas Carvajal, gramáticos como Xosé Antonio Saco y Arce, eruditos como Antonio María de la Iglesia o Andrés Martínez Salazar, historiadores como Manuel Murguía o Antonio López Ferreiro, folcloristas como Xosé Pérez Ballesteros, etc.