Audio. Voz. Entrevista

José Rubia Barcia: Unha vida contada 05

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José Manuel González Herrán.- ¿Cuanto tiempo estuviste en Hollywood?

José Rubia Barcia.- Estuve desde fines del cuarenta y tres hasta…, bueno hasta hoy, porque Hollywood es parte de Los Ángeles. J. M. G.- H.- Me refiero a la industria del cine...

José Rubia Barcia.- Estuve dos años, hasta el año cuarenta y seis, quizás enero del cuarenta y siete.

José Manuel González Herrán.- Y en ese tiempo ¿que hiciste para el cine?

José Rubia Barcia.- ¡Uy!, hice al menos veinte doblajes, hice de Gary Cooper en unos doblajes, como actor; dirigí unas veinte películas; hice también radio; monté también una Academia de Artes Dramáticas en Hollywood, para gente de habla española…, para preparar actores y estaba muy bien.

José Manuel González Herrán.- Esas películas que se doblaban al castellano en Hollywood, ¿iban para Sudamérica?

José Rubia Barcia.- Para Hispanoamérica. Irónicamente, yo podía haber sido marido en Perú y casarme con la de Lima…; podía haber sido actor en Hollywood…; podía haber sido director de radio... Las posibilidades: yo dependía de lo que hiciera, de que me echaran, me dejaran o lo que fuera, pero yo no tenía dominio sobre lo que iba a hacer. Pero, irónicamente, me quedo sin trabajo en Hollywood, y Buñuel conmigo, porque teníamos demasiado éxito. El secreto de haber perdido el trabajo fue el éxito que teníamos. Porque estaban tan bien dobladas nuestras películas que estaban arruinando a la industria cinematográfica de México y de la Argentina. Entonces los gobiernos de México y de la Argentina pidieron a Roosevelt que, como un gesto de buena voluntad, terminara con el doblaje en Hollywood, para permitir la industria aquella desarrollarse. Porque pequeños pueblos y ciudades que no podían aceptar películas americanas en inglés aceptaban las películas dobladas y tenían un gran éxito y gustaban más que las nacionales; entonces, accediendo a la petición de los productores mexicanos, el gobierno americano, como gesto de buena voluntad, acabó con el doblaje y nos dejó a la calle. Pero mientras tanto yo había sido ya arrestado, detenido por las autoridades de Inmigración, por entrada ilegal en el país y con un proceso de expulsión del país, de expulsión a España. Nombré un abogado que me defendiera y entablé un pleito contra el Gobierno: que había entrado legalmente, que no había entrado ilegalmente, que había solicitado tal, me habían pasado unas cosas, pero yo no era responsable de lo que me había pasado y entablé el proceso… Pero se acaba lo del doblaje, me quedo sin trabajo y con un proceso encima. Buñuel me dice: «Vente conmigo, trabajas conmigo como escritor en México». Voy a Inmigración y digo: «Quiero irme a México». Me dice: «Si se va, es como fugado de la justicia americana, usted verá». Me había casado ya, de modo que estaba por un lado casado, por otro fugado; si me voy, fugado. Dije: «Nada, a luchar contra el Gobierno americano». Tardé diez años en ganar el pleito, pero lo gané. Pero todos esos diez años pagándoles a abogados para que me defendieran, con entrevistas en Washington, Inmigración otra vez… Una vez me mandaron al Canadá para recoger el visado, y a la vuelta, encarcelado otra vez; en Seattle me metieron en la cárcel, para expulsarme otra vez. Me dieron quince días para salir del país, pero ya casado y toda la cosa... Entonces me volví a Los Ángeles; pero ya estaba en la Universidad. Yo entré en la Universidad en el año 1947. Dije: «Bueno, ya que no puede ser…».

José Manuel González Herrán.- Al terminar el asunto del cine.

José Rubia Barcia.- Y mi academia fracasó también…; y ¿que hago ahora? Tenía una carta en el bolsillo de don Américo para César Barja, que enseñaba en la Universidad de California. Entonces yo no la había entregado; entre otras cosas, porque llegué allí y me enteré de que César Barja era reaccionario y franquista. Entonces dije: «No voy a ver a este señor», porque a un exiliado español muy conocido, Ramón Iglesias (historiador, no sé si lo conoces…: ha escrito trabajos fundamentales sobre la colonización española en América); pues a este hombre se negó a recibirlo. Entonces yo dije: «No voy a ver a este hombre». Pero ya con la presión de las circunstancias, ¿por qué no? Cogí la carta y a ver qué pasa… Primer intento que hice de volver a una universidad. Para entonces yo había escrito en periódicos y revistas, había publicado pequeñas cosas. Entonces ya lo llamé por teléfono: «Mire usted, soy español, tengo una carta de don Américo, la tengo en mi poder desde hace dos años…, estuve trabajando en estas cosas del cine… ¿no habrá alguna posibilidad en su universidad, de que me utilicen en su universidad?». Entonces me dijo: «Bueno, vamos a vernos, y tal...». Y le dije: «Dónde quiere usted que le vea». «Pues en la esquina de…»: en plena calle, en una esquina. Bueno, yo fui allá y le di la carta. «Bueno ya veré yo lo que hago con esto». Se marchó. Me cayó mal…; gallego…, era de Guitiriz, y me cayó mal. La recepción aquel día no me gustó. Y entonces: «Bueno, olvida esto, a ver qué más puedo hacer…». Mientras tanto, no podía salir de Los Ángeles tampoco; estaba detenido en la ciudad: en libertad, pero no podía dar una conferencia, ni ir a otra universidad, no podía hacer nada. Entonces pasaron como dos semanas y me llama por teléfono y me dice: «El jefe del Departamento de Portugués se ha interesado en su caso; yo le entregué la carta, pero necesita más datos y quiero verle. ¿Dónde puedo verle?». Le dije que «En el mismo sitio que usted me citó a mí». Y vino. Entonces hablamos otra vez, le di más datos y más cosas. Y yo había publicado ya artículos en Cuba, en México, ensayos... Entonces al cabo de un mes o mes y medio me llamó el jefe del Departamento: en una recepción de colegas de toda la Universidad, han decidido aceptar mi solicitud y me nombraron Instructor de Universidad. Y ése fue el comienzo de mi carrera académica. Ya a los diez años yo era Profesor Asociado, ya tenía clases graduadas, y empieza mi carrera académica; en literatura, claro, no había otra solución. Pero pasaron ocho años…, siete años…: a los siete años ya tenía el puesto permanente; ya no me podían echar, de modo que a seguir trazando, en cierta medida… César Barja fue mi mejor amigo después.

José Manuel González Herrán.- Es lo que iba a decirte, quería preguntarte por esa información que tenías…

José Rubia Barcia.- No, no. La información que tuve sobre él me la explicó él mismo, dijo: «Estaba lastimado con la República porque llevo años de esfuerzo de hispanismo, y no me han hecho el menor caso. Porque en Francia, por ejemplo, a los mejores profesores los condecoran con el collar de tal…, otra cosa…, los reconoce Inglaterra…; todos los países. España no hace el menor caso de uno».

José Manuel González Herrán.- Él llevaba mucho tiempo ya en Estados Unidos.

José Rubia Barcia.- Claro: él se había ido con una beca de la Junta de Ampliación de Estudios en la Primera Guerra Mundial. Con motivo de la guerra no pudo ir a Alemania y en vista de eso se fue a los Estados Unidos, en vez de ir a Alemania, y ya entonces se quedó en los Estados Unidos, por casualidad. Él era abogado, no era hombre de letras; se quedó, primero enseñó en el Smith College y luego se fue a California, y fue de los primeros profesores de la Universidad de California que establece el programa graduado. Un hombre inteligentísimo, de gran sensibilidad y bellísima persona. Llegué a ser su mejor amigo y su hombre de confianza. De hecho entre las experiencias desagradables que tengo en mi vida, pues… [aquí se corta un pequeño fragmento, acaso al dar vuelta a la cinta…] (...) gravemente enfermo… Entonces me dijo que quizás no volvería a la cátedra, que se sentía muy mal…, y que quería que yo le sucediera en la cátedra. Allí hay la posibilidad de que un profesor ilustre elija a su sucesor, lo proponga. Pero entonces me dijo: «Yo quiero… (le habían hecho una operación…) yo quiero que tú des mis seminarios; pero, si no te importa, como yo soy todavía el jefe de la Cátedra…, lo vas a dar en mi biblioteca, en casa». Dije: «Pues muy bien». Y me encargo de sus seminarios. Pero lo que yo no sabía era que él iba a ser testigo de mis seminarios, que iba a estar presente en su biblioteca, en su sillón, como si fuera un estudiante, escuchándome a mí. Aquello era una prueba de abrigo… ¿no?, con los estudiantes, candidatos doctorales. Me tuvo así como casi un año, hasta que se murió. Me había dicho que me dejaba toda su biblioteca, que yo sería su…; en efecto, pasé a ocupar su lugar: una vez que se murió, pasé yo a ocupar su lugar en la Universidad. Su mujer era muy rara, muy extraña…, una mujer increíble de rara, hablaba con acento francés. Cuando se muere Barja, yo fui a verlo al hospital; yo arreglé las cosas de funerales, no tenía hijos; y, cuando se muere Barja, la mujer me llama por teléfono y me dice: «Oye, mira (con acento francés), ha pasado una cosa terrible, terrible, pero por fin voy a poder dormir esta noche, se me ha muerto César». Bueno, el caso es que se muere César Barja, y yo fundé, también en el Departamento, la «Biblioteca César Barja», con sus libros. Pero los libros que no pudo vender ella, pues los regaló a la Universidad, y entonces yo fundé en mi Departamento la «Biblioteca César Barja», con los libros de Barja. Fuimos muy buenos amigos y yo le estimaba mucho, después de aquel encuentro tan tormentoso y tan… Había sido porque estaba lastimado por la indiferencia que en España se había mostrado hacia él. Pero da la casualidad de que yo había leído sus libros en Granada: de alguna manera llegaron a la Facultad en Granada y yo, de estudiante, me había leído sus tres libros…Y me había leído el trabajo sobre Rosalía…, pero los tres los tengo. Luego me regaló toda su obra; me la regaló y tengo, el único, un libro de poemas escrito por él, que no se ha publicado; lo tengo yo allá y muchos papeles de él, que me dejó. Yo escribí la nota necrológica que salió aquí en la Revista de Filología Española, cuando se murió. Me la pidieron y la mandé… De modo que fue una amistad. Y ya seguí…

José Manuel González Herrán.- Lo que te iba a decir es que, comparando tu biografía de exilio con las usuales, es bastante poco convencional; porque es muy corriente el intelectual, profesor, investigador, que termina la guerra, sale y, digamos, pasa del sillón que ocupaba en Madrid a otro en otro sitio y continúa esa vida…

José Rubia Barcia.- Pero no olvides que yo era muy joven, que yo no era conocido. Es lo que me pasa ahora en España, exactamente igual, que no soy conocido.

José Manuel González Herrán.- Así y todo hay un carácter distinto, porque el curriculum de actividades…; cuando a ti te preguntan: «¿profesión?», ¿pones la que ejerces o las que has ejercido? Cuántas profesiones puedes poner en tu ficha, ¿no?

José Rubia Barcia.- Eso es verdad; pero otra vez digo: no hemos sido dueños de nuestra vocación ni de nuestro destino. Yo he dado todo lo que he podido en aquello que la vida me obligó hacer. Y es por casualidad que terminé de profesor de universidad en los Estados Unidos; podía haber terminado de otras muchas cosas. Es por casualidad; podía haber terminado… yo qué sé de qué, porque mi tío en Cuba quiso meterme en su negocio: «Mire yo no sirvo para eso de exportaciones, importaciones…, yo no sirvo para eso». Pero, desesperado, podía haberme metido ahí y ahora, a lo mejor ahora sería rico, si me dedicase a importaciones / exportaciones, que era lo que hacía él en Cuba. De modo que hay una serie de aperturas en mi vida…, esta puerta…, ésta…, ésta…, aquélla…, a veces simultáneas, qué es lo que voy a hacer…

José Manuel González Herrán.- ¿Y eres consciente de que has abierto tú esas puertas o muchas veces te las han abierto?

José Rubia Barcia.- No, no: me las han abierto. Yo no las he abierto.

José Manuel González Herrán.- Probablemente quedes con la duda de que a lo mejor hubiera sido preferible ir por aquí, ahora…

José Rubia Barcia.- Hubo un momento en que pude…, porque tuve mucho éxito después con doblajes de películas en Hollywood, ya sin Buñuel: doblé películas del alemán al inglés. Y con un poeta amigo mío, Edwin Rolfe, gran poeta, que es el autor de una elegía que escribió al comisario político de la Brigada Lincoln en España; lo había conocido aquí; un chico encantador que fue víctima del macarthismo; el mismo macarthismo que me persiguió a mí lo persiguió a él; pero a él le costó la vida, le dio un ataque al corazón el día en que tenía que comparecer.

José Manuel González Herrán.- A ti también te persiguió...

José Rubia Barcia.- Ése es el periodo del macarthismo.

José Manuel González Herrán.- Es el momento de precaución ante la infección comunista que podía llegar en cualquier momento.

José Rubia Barcia.- Esto es, esto es... Bueno, yo intenté todas esas cosas, y llegué a tener mucho éxito, y además pude…, si hubiera querido, si me lo hubiera propuesto… Ingresé en la Asociación de Escritores de Hollywood. Escribí unos cinco o seis guiones de películas, una con Buñuel. Para salir del apuro él y yo nos fuimos a las montañas y juntos escribimos un guión que íbamos a intentar colocar en el cine. Si hubiéramos colocado ese guión, probablemente hubiera sido guionista de cine, por lo menos para empezar. Luego tuve la ocasión de ser técnico…; por ejemplo: Elia Kazan, el director de la película Viva Zapata, me llamó para que yo fuera técnico en la película Viva Zapata; y, luego yo traduje doce o trece versiones de Viva Zapata, con añadidos míos para mejorar el argumento de Steinbeck; porque era mucho mejor la primera versión de Steinbeck que lo que resultó después. Pero estuve metido en los estudios: me quiso contratar la Fox, trabajé para la Fox, trabajé para la Warner, trabajé para distintos estudios; y podía…, de habérmelo propuesto, podía haber optado por ser actor, porque también estuve en el sindicato de actores, en el sindicato de escritores, y en el sindicato de directores: entré en los tres sindicatos. Podía cuajar en cualquiera. Esa posibilidad fue muy real, pero entonces yo pensé (todavía no me había casado): «Bueno, esta vida en Hollywood totalmente amoral, en fiestas totalmente aburridas, con acceso a bellezas todos los días; esto me lleva a una vida que no me acaba de atraer…». Y entonces decidí que no. Mi mujer, Eva, fue actriz, actriz de niña ya…, iba camino de hacer carrera como actriz en Hollywood; yo la contraté a ella como actriz para el doblaje, pero trabajaba ya en películas en directo, y ya había hecho pequeños papeles. Cuando yo decidí que aquello no podía ser, ya la conocía, le dije: «Mira, yo me caso contigo y tú te casas conmigo; tú renuncias a tu profesión de actriz y yo renuncio al cine». Pensé en volver a la universidad, porque yo sé que no podría estar casado con una mujer y tener hijos, metido en el ambiente cinematográfico. Eso fue un determinante, eso fue consciente: renunciar al cine y a las posibilidades que el cine me ofrecía y dejarlo para tener una vida normal.

José Manuel González Herrán.- Probablemente habrías tenido un porvenir mucho más…, económicamente, por supuesto…

José Rubia Barcia.- Lo mismo que si hubiera decidido irme a México huyendo de la cosa…, «al demonio con las cosas, me voy a México a trabajar con Buñuel». Porque el que me sustituyó a mí fue Alcoriza; Alcoriza fue el escritor que contrató Buñuel al llegar a México, pero Buñuel decía que no sabía escribir y que tal…

José Manuel González Herrán.- Fue guionista de sus películas.

José Rubia Barcia.- Claro. Yo era el que iba a ser su guionista; pero lo mismo que Alcoriza terminó de director, yo hubiera terminado de director también, y yo hubiese sido mucho más importante que Alcoriza, sin duda alguna, porque yo tenía mucho más sentido del cine y del teatro y de todas esas cosas…

José Manuel González Herrán.- Y de los guiones que escribiste o del trabajo que hiciste con Buñuel, ¿no has intentado nunca por lo menos publicarlos o recuperarlos?

José Rubia Barcia.- Yo los tengo, los tengo yo en mi poder. Algunos hechos por los dos, otros que he hecho yo solo, para el cine argentino. Tengo una adaptación de Don Álvaro, o la fuerza del sino para el cine; tengo muchas cosas, muchas cosas que hice pensando en el cine y que quise colocar. Afortunadamente no coloqué ninguna.

José Manuel González Herrán.- ¿Por qué «afortunadamente»?

José Rubia Barcia.- Porque hubiera seguido esa línea. Si me entrego a eso, ya me dedico a eso y se acabó. Entonces, no. De alguna manera decidí volver a la enseñanza.

Descrición:
José Rubia Barcia foi profesor e crítico literario. Nacido en Mugardos, cursou os seus estudos universitarios e pasou a Guerra Civil en Granada e acabou facendo os traballos máis diversos nos seus longos anos de exilio, como guionista e dobrador de cine con Luis Buñuel e, finalmente, como profesor na UCLA. Viu publicados algúns dos seus libros grazas ao mecenado de persoas como Isaac Díaz Pardo.
Este ficheiro sonoro é parte da longa entrevista que o profesor J. M. González Herrán lle fixo no verán de 1985 e que ben pode considerarse unha «autobiografía» autorizada de Rubia Barcia.

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