Carta de Seoane a Cherniavsky. 1967
26/05/1967
Gijón, 26 de Mayo de 1967
Sres. Julia e Isidoro Cherniavsky
Vicente López
Mis queridos amigos:
Recibimos en Madrid la carta última de Isidoro hace quince o veinte días, no recuerdo ahora exactamente la fecha, y nos alegró muchísimo saber de ustedes. Nosotros continuamos viendo lo que podemos y descansando ahora en Asturias del trabajo de Madrid, donde pinté mucho, grabé algo –una cabeza de León Felipe– y expuse con éxito hasta el 17 de este mes. La exposición de Colonia se cierra mañana, luego es probable que se remita a Hamburgo y uno de estos días se inaugura la de grabados de Munster. Aquí, en Asturias no hago nada sino gozar del paisaje maravilloso de este país de montañas abruptas, eternamente verdes, coronadas en parte de nieve y con valles idílicos donde no es cuenca minera, que es negra y blanca como esta ciudad, Gijón, que es su puerto más importante. Maruja y yo pasamos una buena parte del día entre las farmacias de mi hermana y de mi cuñado, a 500 metros una de la otra, haciendo tertulia de rebotica y actualizando viejos recuerdos familiares, universitarios y de los otros, de los que no se debe hablar demasiado. En la primera decena de junio nos iremos a Galicia, donde volveré a trabajar hasta nuestro regreso a Buenos Aires. Tengo muchos proyectos, algunos de los cuales pienso realizar allí en donde cuento con un gran estudio acondicionado para mí por un amigo y desde el cual veo bosques, campesinos trabajando la tierra como hace dos mil años, una aldea marinera y el mar. De vez en cuando hablaré con algún campesino o pescador que poséen una especie de memoria secular, que estoy seguro me contará, a propósito de cualquier noticia actual, alguna leyenda heredada del ciclo caballeresco, o me referirá hazañas de las ánimas que pueblan la fantasía gallega y de fantasmas errantes condenados. Si es un viejo campesino es posible que lleve en el bolsillo migas de pan para alimentar las hadas de las fuentes, y si se trata de un viejo pescador nos relatará picardías y hazañas de los delfines, o sucesos de ocurridos hace mucho en las rías, en los que intervinieron fuerzas sobrenaturales, que él, como el campesino, tratará de explicarlos con intervención de los muertos. Todo ello después de muchas razones: argumentos más o menos racionalistas, porque algunas gentes, maestros, médicos o curas, se vienen empeñando en que no sean tan paganos y no crean en aquello que no vieron y les contaron sus padres y abuelos, a quienes, por otra parte deben creer, o que dicen haber visto ellos mismos en algún momento de alucinación. Todo esto tiene para nosotros un encanto indescriptible, nos vuelve a la niñez y a todos los miedos pasados. En el viaje anterior conocimos un cura muy alto y de ojos azules, con una sotana pobre llena de suciedad y manchas, que actuaba de radomante buscando agua, a través de la vibración de la plomada, para algún vecino. Era un visionario de orígen campesino que había olvidado las lecciones del seminario, y había regresado al paganismo. A nuestro juicio era lo mejor que pudo haberle ocurrido, de no vivir su tiempo como, naturalmente, no lo vivía. Continuaba siendo en el siglo XX el sacerdote, el druída, de una tribu anterior a Roma en esta parte de occidente. No sé por qué les escribo de todo esto, como no sea porque esta Galicia es la que nos explica de alguna manera a Maruja y a mí. De Buenos Aires tenemos pocas noticias. De pintura en Madrid vimos muy poco últimamente que valiese realmente la pena, una exposición muy buena de Lucio Muñoz, que expuso hace años en Bonino, una notable grabadora norteamericana y una de dibujos muy buenos ilustrando a Bertold Brecht de un escenógrafo catalán. También vimos otra muy amplia de Torres Aguero con el que estuve en Madrid.
Esto es todo por hoy. Escríbannos. Uno de estos días le escribiré a Dina y Abrasha Rotemberg, de quienes no tenemos noticias. Un gran abrazo para los dos de Maruja y mío:
[Seoane]