Venecia, 14 de abril de 1960
Sr. Billy Whitelow
Buenos Aires
Querido amigo:
Hace mucho que debí haberte escrito dándote noticias nuestras y fui dejando de hacerlo de un día para otro con esperanza de darlas siempre mejores. Pasamos dos meses y algo en Suiza con salidas a Alemania y Francia viendo todo cuanto hemos podido, hasta exposiciones de diseño industrial, donde, desde luego, confirmamos la vieja creencia nuestra de que en las formas de los útiles y de las máquinas consiguen los mejores aciertos quienes las manejan o quienes las inventan. Es difícil superar la belleza de forma de un arado o de una azada y, sin embargo, fueron adaptadas al uso por campesinos. Pero no es de esto de lo que quiero escribir. La exposición mía de Basilea se postergó hasta el otoño de 1961, pues debo enviar desde ahí cuarenta o cincuenta cuadros más para hacer una gran muestra que circule por las ciudades suizas y otras de Alemania y Holanda. Causó una notable impresión mi pintura, así como también mi obra gráfica. La encuentran original y distinta, lo cual me satisface enormemente. Estoy muy contento del resultado del viaje y ahora estoy casi seguro del posible éxito de una muestra que comprenderá alrededor de 70 cuadros míos. En la Kunsthalle de Basilea dejé los veinte que traje. Pero de todo esto ya hablaremos. Estoy recorriendo Italia, viendo todo lo que puedo de este maravilloso país y aprendiendo también todo lo que puedo de las lecciones que ofrece. Siento únicamente no poder vivir algunos meses en cada ciudad y que, en Venecia, desde donde te escribo, no vivir todas las vidas posibles. Ella es independiente de las espléndidas obras que encierra, una de las más grandes obras del genio de Italia. Aquí los venecianos modelaron el mar, la tierra, el silencio, con un arte insuperable. San Marcos, el Palacio Ducal, todos los otros palacios, el Ticiano, el Tintoretto, no son sino espléndidas muestras individuales del genio colectivo que construyó Venecia. Crear una ciudad, un país o un idioma pienso que son supremas obras de arte que sólo puede realizar el hombre colectivamente y Venecia debe ser, estoy seguro, uno de los grandes ejemplos que puede ofrecer la historia en ese sentido. Con todo, estamos nostálgicos de Buenos Aires, de su desorden y de los amigos. Hasta ahora no hice uso de las cartas de Bonino, pues quiero ir viendo lo que puedo sólo y temo molestar a las gentes con mi curiosidad y mi ocio de turista.
Esta carta no es más que para transmitirte mis saludos y alguna noticia sobre mí. Perdóname no haberte escrito ante y recibe el fuerte abrazo de tu amigo:
[Seoane]