Proxecto epístola

Agrupación de coleccións epistolares para a páxina institucional do Consello da Cultura Galega.

Carta de Virgilio Garrido a Lois Tobío Fernández, 1966.

16/10/1966
Virgilio GarridoMargaret OldenLois Tobío FernándezMaría ValverdeEduardo Yepes
Compartir en

Montevideo 16 de octubre de 1966

Querido Tobío: Contesto a sus dos cartas del 16 de agosto y del 30 de septiembre que me han causado gratísima impresión. Ha conseguido usted con su aguda modalidad de sentir las cosas y el apropiado estilo al describirlas, darme de mi tierra que tan íntima y avaramente llevo conmigo, una de las más sencillas, reales y, por lo mismo, esplendorosas imágenes, que me haya sido posible aceptar. Se lo agradezco y me alegra que vuelva usted –y toda la familia!– prendados de esas montañas, ese mar y ese cielo que afinaron mi sensibilidad. Con ésta logré, en trueque, a María que convertida en Ariana, me hizo conocer su tierra, para la que no hallé suficientes palabras con que alabarla; pero la amo entrañablemente.
Si me dejase llevar ahora por mi estado de ánimo, esta carta que he tardado tanto en escribir, por la indolencia a que nos lleva el mal clima, las enfermedades que éste acarrea, y el trastornado panorama humano del contorno, se empañaría de un matiz elegíaco que no quiero darle.
Y ya que tampoco me es posible describir las peripecias de un viaje turístico, lo haré a través de las personas que usted conoce y que recientemente se han movido más que yo.
No sé si la señora Olden le habrá escrito últimamente. Por lo que ella me ha dicho, su visita a Alemania, Paris, Basilea y Venecia, fue como una nueva aunque tardía luna de miel que no llegó a gozar por completo, pues le faltó llegarse a Londres. Cuando se disponia a cruzar el Canal, se vio impedida por el cúmulo de pasajes que tenían prioridad a favor de la muchedumbre que iba a asistir al Campeonato de Fútbol. Nuestra amiga ha sentido también mucho no disponer de tiempo para detenerse en Madrid un par de días, saludar a usted, y posiblemente a alguno de mis familiares que no hubiesen marchado aún de veraneo.
Aquí se encontró con la tarea diaria que desborda siempre para todos, de las ocho horas, y ya hace semanas que la veo ojerosa. Pierde demasiado rápidamente ese color de Primavera que le dio fama y que solo en raras ocasiones, después del reposo, la provéen de un faústico lustre.
Hace un mes se inauguró en la galeria Moretti la exposición de obras de Yepes. Me llegué a verla una tarde al salir de la oficina y encontré al autor tan gris de la cabeza a los pies y tan impasible que parecía una estatua más. Sin embargo, se sonrió al verme, pero no apartaba los ojos de un cura con solideo rojo que en medio de un grupo de jovenzuelas hablaba con voz baritonal de algo portentoso, en un italiano a la Zacconi en 'Morte civile'.
Dejé de oirle y me dediqué a apreciar el retrato de Susana Soca, de Batlle y la erizada figura de un fraile en barro cocido –no somo nadie!– con sayas cenicientas, rostro descarnado y flequillo a la moda.
En creciente admiración por aquella mojama de hombre hallabame, cuando su plasmador me susurro al oído: 'Es un San Francisco hecho de encargo'.
'Qué imaginería!' –exclamé en la confusión, pues quise decir: 'Me lo imaginaba!' y enmendando el resbalón, me disponía, –yo también– a lucirme para que me oyesen aquellas ninfas extasiadas, perorar sobre el Giotto y Zurbarán, ensalzando al 'Poverello' a Santo Domigo de Guzmán –no el cubano– y si me sobraba aliento, propagando las excelencias del café con leche, bautizado en Italia como capuchino. Mas no tuve oportunidad. Se nos acercó el orondo sacerdote y con la untuosidad ecuménica de los vaticanistas, felicitó al inspirado escultor, que no supo responder más que presentándonos: El Nuncio. El doctor Garrido.
En su turbación había invertido el orden. O quiza me haya considerado el más importante de los dos, por mi edad, mi amistad y mi solidaridad en el campo contrario. Bendito sea!, el madrileñito creador como el Padre Eterno, de maravillas de barro. Desde este taburete en que describo la escena, le envío mi laica bendición.
Y a todos ustedes mi invariable afecto con apretados abrazos
Virgilio [sinatura autógrafa]

O teu navegador non soporta PDFs incrustados. Por favor descarga o documento aquí.
Ficha documental [Imprimir]