Proxecto epístola

Agrupación de coleccións epistolares para a páxina institucional do Consello da Cultura Galega.

Carta de Virgilio Garrido a Lois Tobío Fernández, 1969.

21/09/1969
Virgilio GarridoMiguel GilaMª del Carmen SolerLois Tobío FernándezConstanza Tobío SolerMiguel Tobío SolerPaulo VI
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Montevideo 21 de septiembre de 1969

Querido amigo Tobío:
No quisiera excusarme con la prolongada enfermedad por la tardanza en escribirle, contestando a su carta del 14 de mayo donde venían las fotos de la familia, o acusándole recibo de la de María del Carmen que ha llegado anteayer. Tampoco me gusta presentar a nadie –y menos a los amigos– el deplorable aspecto de mi organismo; pero lo cierto es que desde la salida del verano austral me encuentro cada dia más achacoso, sufriendo consecutivas crisis de afecciones diversas y, lo que es peor, sin ánimos de ponerles remedio, aunque sea paliativo. Sólo una vez me he visto precisado a someterme urgentemente a los cuidados médicos por una retención aguda de orina que dio conmigo en el Sanatorio Italiano. Allí me he pasado tres semanas con sonda permanente, a la espera de una posible intervención en la próstata que, por fortuna, no fue necesaria. Luego, en la convalecencia, pesqué la gripe de Hong Kong y todavía estoy sufriendo el coletazo, con un semblante de chino que no sé si me viene de herencia o del hígado congestionado. A pesar de esta historia clínica, sin romancear a lo Quevedo –"parióme adrede mi madre ..."– estoy yendo a la oficina, pues entregado por completo al trabajo, se me embota la sensibilidad y me convierto en "robot" sin próstata, estómago, pulmones, corazón y casi sin cerebro electrónico.
Las fotos han causado sensación entre amigos y conocidos, particularmente las de los hijos y, sobre todo, las dos de Constanza, al compararlas y comprobar el profundo cambio realizado en el poco tiempo que va de una a otra. Y si Vd. puede presumir de un retorno a la juventud vista la tersura del rostro, y María del Carmen ufanarse de conservar la suya inalterable, qué correspondería decir de los chicos, cuya clásica belleza y escultórea serenidad les hacen parecer héroes mitológicos?
No sé si será mi amenazante chochez o los sueños de adolescente que tornan, lo que me hace sentir cual humo de incienso –sensualmente– ciertos arrebatos místicos; y, desde aquí les envío mi bendición tan arabesca como la que ayer recibieron los argentinos de S. S. Pio VI, a quien vi en pálidas imágenes tele-satélite-comunicadas.
No me agrada la pantalla chica. La tierra es ya demasiado pequeña, y los seres tan pigmeos, que se encoge igualmente el espíritu al contemplar tamaña naturaleza como la que ofrece la televisión; pero ocurrió ayer que mi vecina la viuda de Maggiolo me invitó a ver actuar a Gila y como llegué tarde, me encontré con este otro Gil, que también se las trae en cuanto a humor socarrón; pues en un castellano del que me regalaban mis amigos de Milán –Me ne vado, peró tuerno– y con la boquita llena de miel, se dirigió a los súbditos de el del bigote en cepillo, llamándolos sus amados argentinos. De golpe, me sentí arrebatado por la suave, humilde voz del S. P., me hinqué de rodillas ante el mueble que le servía de peana –con no poca admiración parte de los asistentes– y quedé en silencio porque he olvidado el lenguaje de los fieles. Mas creo que instintivamente me voy acercando al buen camino, por si me veo en la necesidad de regresar a España.
En fin, de algo hay que hablar y como respeto por educación el comportamiento de los dueños del hogar que me acoge, no debo chismorrear de ellos en esta otra visita que mantengo con Vds. Conforme iremos "marchando", se irán Vds. enterando de que al final de tanto barullo aquí no ha pasado nada.
Poco puedo añadir de noticias particulares. Hace dos semanas que no me detengo a saludar a Julia y Elena porque aunque la primera ha recuperado el oído mediante el audífono, me cansa enormemente con sus reiteradas preguntas sobre cosas de las que no quiero ocuparme. Elena, a su vez, está ensimismada con el miedo al comunismo y no creo que se acerque al piano, pues dice Delia que no la oye tocar. Y, hablando de ellas, siento el remordimiento de no verlas y en cuanto termine la carta, cruzaré la calle, me sentaré a su lado –como hacia junto a mi abuela al volver del colegio, ya anochecido– y las invitaré a que recemos el rosario del ángelus. No es así como se retiran de la escena muchos ateos a la altura de mi generación?
Espero siempre con gran interés sus noticias y les abrazo fuertemente
Virgilio [sinatura autógrafa]

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