PROXECTO EPÍSTOLAS

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LOCALIZACIóN: Salta, 760, 3º B

Epístolas
3 mencións
Data Relación Remitente - Destinatario Orixe Destino [ O. ] [ T. ]
Data Relación Remitente - Destinatario Orixe Destino [ O. ] [ T. ]
1975-04-02
Carta de Pérez Prado a Seoane. 1975
Nova York
Bos Aires
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Pérez Prado a Seoane. 1975 en 02/04/1975


Buenos Aires, 2 de abril de 1975

Mi estimado Seoane:

Hace un tiempo (fecha 14 de febrero) mandé a usted una larga carta que no tuvo respuesta. De las explicaciones posibles, elijo, para su silencio, la más cómoda para mí y supongo que no recibió esas páginas. Va, entonces, fotocopia del duplicado.
Prelorán está en La Pampa filmando. Antes de salir, presentó una suerte de presupuesto glogal cuya suma dejó turulato a Valentín Fernández. Con los aumentos, desvalorizaciones y escaseces que nos llueven el costo pronosticado trepa a once o doce –o trece– millones. En fin, mucho más de lo que se pensaba y sobre todo muchísimo más de lo que nuestro inefable Valentín cree posible lograr mediante su esforzada campaña. El asunto tomó un cariz desagradable; hubo charlas desapacibles entre Prelorán y Valentín y Mabel anduvo a los saltos cuando partió el cineasta. Los cabildeos incluyeron una cena tormentosa y, por fin, se recortaron un poco los costos, pero no mucho. En resumen, que los ambiciosos planes quizá deban recortarse también y la película resulte más pobretona o –es de temer– menos entusiastamente creada por Jorge. Durante unos meses, trabajamos duro; yo casi me hice un experto dentro de las posibilidades de quien no conoció –ni vio jamás– al personaje que buscábamos evocar. Yo, por mi parte, reaccioné ante las dificultades económicas y, sobre todo, a la manera como fueran expuestas, con un desaliento mortal. Mi esperanza es la de que Prelorán alargue su viaje por los arenales pampeanos y me deje reponer; luego, una vez aquí, nos reuniremos y veremos qué podemos hacer con el material filmado y con los recursos posibles. Esas son mis dudas nuevas; las viejas, que usted comprenderá muy bien y que persisten, son las que menciono en la carta anterior, hoy fotocopiada.
Y otra fotocopia le mando. Es para que siga el increíble asunto del librito sobre los gallegos y del inefable instituto que orquesta Pampillón. Mi carta es la de un tipo justamente indignado que, sin embargo, no dice todo. La pena es que a pesar de mi reserva, el asunto basta y sobra para que lo gocen muchos y quizá lo usen menos deportivamente.
Espero sus comentarios; mientras reciba mi cariño de siempre y trasmita mis respetos a Maruja.

Antonio

Antonio Pérez Prado
Salta 760, 3ºB
Buenos Aires

1975-04-28
Carta de Seoane a Pérez Prado. 1975
Madrid
Nova York
Bos Aires
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Seoane a Pérez Prado. 1975 en 28/04/1975

Madrid, 28 de abril de 1975

Sr. D. Antonio Pérez Prado
Buenos Aires

Mi querido amigo:

Debo respuesta a dos cartas suyas. Debo respuesta a otras cartas de otros amigos míos en ésa y unas líneas primeras de llegada a todos. Pero desde que llegué, no hice más que sentirme confuso, desorientado y trabajar para una exposición que se inaugura mañana. Tengo todo el material para concretar una monografía sobre el gran dibujante satírico de este siglo, el catalán Bagaría, y aún no pude empezarla. Por vez primera, dudo de todo y noto algo que cambia en mí y creo se lo debo a las circunstancias de que escribía Ortega. Todo es largo de explicar. Yo que odio la soledad me la estoy explicando en aquellos que la aman y la gozan. Me explico al ermitaño y al pescador de caña. En cuanto a ustedes comprendo por todo lo que pasan con motivo de la película sobre Castelao. Sobre todo lo que debe pasar Prelorán, tan ajeno a nuestro modo de ser, tan sin defensas para las sutilezas de las gentes gallegas. Cuando me escribió la primera carta, imaginé que ocurriría algo así, que todos tendrían ideas para que las desarrollasen Prelorán y usted y que lo que tenían que dar, dinero, lo harían discutiendo y muy mezquinamente. De Castelao en Buenos Aires no se puede hacer, pienso, película alguna. Sólo de su obra, la de Buenos Aires y la de aquí. Ni siquiera los emigrantes de que se podría sacar partido son los que Castelao estimó más. Aquellos que salían de Galicia hacia lo desconocido de cualquier muelle de los puertos gallegos. Perplejos ante el porvenir, temerosos y esperanzados a un tiempo, deseando romper con el pasado, con su país y no deseando dejarlos. Aquel, repetido hasta el infinito, convertido repitiéndose en multitud, que embarcado, apoyando su cabeza en los brazos le hace decir a Castelao: “Deixa raíces na terra. Voltará”. No, esos con quienes Prelorán y usted se comprometieron y discutieron no son los emigrantes que Castelao quiso y queremos nosotros. Éstos están en sus casas amorriñados, sin esperanzas, solos, con los recuerdos de sus casas de Galicia. No son los transformados en aventureros, los corrompidos por la lucha de muchos años para sobrevivir, los que están dominados por el deseo de mandar en otros, los que sustituyeron las normas morales heredadas por otras más elásticas que les sirvan para acomodarse al medio en que viven. Hablan de Castelao y no lo leyeron. Les gusta el Castelao de los chistes. Qué chistoso es Castelao, me dijo un día un directivo del Centro Gallego y no supe qué decirle, o sí supe y no me atreví. Al anunciarse la ida de Castelao a Buenos Aires, Cuadrado y yo decidimos publicar Cincuenta homes por dez reás como homenaje a su llegada y publicamos Cincuenta hombres por dos pesos. Se pusieron a la venta en un banquete de más de mil personas que organizó el Centro Gallego para su recibimiento. La venta la efectuaban muchachas de los coros gallegos vestidas con los trajes regionales ofreciendo el libro de mesa en mesa. Vendimos siete ejemplares. Se trataba de un número cabalístico. Resultó entonces que los chistosos fuimos Cuadrado y yo. El libro terminó como otros libros de Hórreo, Dorna y Camino de Santiago, en las librerías de la Calle Corrientes incluido en los paquetes de a tantos pesos el lote. Allí se agotó.
En cuanto a conocimiento de la colectividad, creo ser un sabio. La defiendo porque creo que en sus deformaciones tienen que ver esas circunstancias a que antes me referí y que acompañan al hombre y, porque en ella, o en sus gentes aisladas, continúa existiendo cierta ingenuidad saludable. A mí, después de todo lo ocurrido conmigo, de sabotear mis libros, de silenciar cualquier noticia sobre mí, me escriben para que envíe una colaboración sobre Castelao. Así mismo invitaron a alguna otra gente de Galicia. Por mi parte, no contesté para no agriar más las pocas relaciones que existen entre los actuales dirigentes del Centro Gallego y yo, consistentes en las que puede mantener cualquier asociado. Por todo esto, comprendo lo que les ocurre a ustedes, a Prelorán y usted con ese hueco, megalómano señorito de aldea que es Pampillón.
Trabajo bastante. Mañana, ya la dije, inauguro una exposición aquí en Madrid. En septiembre, tengo otra en La Coruña y debo hacer un álbum de grabados para una editorial de jóvenes de Madrid e ilustrar con grabados también Los sueños de Quevedo. Aparte, publicaré otro álbum de dibujos el mes que viene. Haré lo posible para que lo que me rodea influya lo menos posible en mí. También ahora empezaré a escribir cartas a mis amigos y familiares. Las primeras que escribí no llegaron en general, no sé por qué. Tuvimos que llamar a mi hermano por teléfono, pues no sabíamos qué ocurría, no sabemos qué ocurrió con ellas. Con Díaz Pardo, organizamos la inauguración de la Galería Sargadelos de Madrid, equivalente a la de Barcelona. Constituyó un éxito. Exposición del libro gallego, de grandes fotografías sobre Galicia, de ejemplos prehistóricos prestados por la Universidad, azabaches, mapas, etc. Una idea bastante completa de Galicia colgada de las paredes y en vitrinas. Hasta ahora se pronunciaron dos conferencias, una de Ramón Piñeiro y otra de García Sabell, extraordinarias las dos. Faltan, serán a fines de mayo, otras dos, de Rof Carballo y Rafael Dieste.
Traté de contestar a sus cartas, en realidad, no las contesto. No sabría qué decir a la primera, por la segunda le felicito, huelga cualquier comentario. Se trata de una carta de justiciera.

Con saludos a su madre de Maruja y mío, reciba un fuerte abrazo mío:

[Seoane]

1975-09-02
Carta de Pérez Prado a Seoane. 1975
Nova York
Bos Aires
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Pérez Prado a Seoane. 1975 en 02/09/1975


Buenos Aires, 2 de septiembre de 1975

Mi querido Seoane:

Hace ya largo tiempo recibí su carta. Hoy, como en aquella mía que usted contesta, vuelvo a mis tribulaciones cinematográficas.
Con mil inconvenientes, con periódicas glaciaciones, con prolongadas y vociferantes sequías, con desalientos aluvionales y con varias y firmísimas determinaciones –por cuenta de Prelorán y por mi humilde cuenta– de plantar, abandonar y entregar, quizá con un suspiro de alivio, todo el material filmado, seguimos adelante con nuestro Castelao. Y ahora y aunque parezca mentira –a mí me parece un sueño– estamos ya en la última etapa y es más fácil terminar la obra que dejarla morir nonata. La filmación que resta será la de algunas fotografías que aparecerán en nuestras excavaciones de periodismo arqueológico; unos segundos más o, como diría nuestro barbado Prelorán, algunos pies de film y listo. Tenemos lo suficiente para cien minutos de proyección; el material desechado no es mucho: quizá otro tanto. Esa relación de 2 a 1 es muy económica y debemos agradecérsela a Jorge quien ahora es medio gallego y del todo galleguista. Él supo disparar su cámara con acierto sobre los documentos que allegamos entre todos, batiendo la selva de papel. El ojeador más fértil, Roberto Rodríguez, encargado de la biblioteca del Centro, mostró un ansia venatoria indeclinable.
Yo soy el autor del libro, según rezan los carteles. Mi oficio, sin embargo, tiene más requilorios y fue más complicado; pues debí meter en el asunto a Prelorán, adobar y condimentar a nuestro gusto la marmita, luchar en dos frentes principales y en multitud de secundarios y demostrar, en fin, que la raza de los Gondomares dura tanto como nosotros. A veces, lamento no haber escrito un diario, un journal de la película; otras creo que hubiera sido casi imposible derramar en papeles tantas incidencias y tantas malas sangres, fatigosas dialécticas y tornadizas meteorologías. Pero no sé si alguna vez, con más recuerdos que documentos, no me pondré y, al volar de la máquina, no dejaré crónica del periplo. Le aseguro que tendría su interés y, por lo menos, justificaría tal cual defecto o exceso.
Castelao irá en dos grandes rollos: primera y segunda parte. En 35 mm lo común es tener dos proyectores a mano; en 16 mm eso no suele ocurrir. Hay que contar con un intervalo, pues, que sería brevísimo en caso de no rebobinar enseguida. La banda sonora es del tipo llamado internacional, para distintas versiones. Por ahora grabaremos dos: castellano y gallego.
El orden que sigo en el relato es el lineal y cronológico, casi siempre. Fotografías de Castelao, sus dibujos, las fotografías de personajes o sucesos que fueron importantes en su vida y en lo que más importó a su vida; algunos metros de película que nos lo muestran en viajes, inevitables banquetes y hemerotecas. Ese material gráfico es la imagen que apoyan meses de librerías, archivos y principales: la de Castelao y la del relator; muchas otras, diversas, recitan los famosos epígrafes. Si estuviéramos filmando un libro mío cualquiera, previo y completo, las cosas me resultarían menos inquietantes. Yo sería el autor de unas letras y Prelorán buscaría los señores que las pronunciaran y los escenarios en que lo hicieran. Pero nuestro camino discurre exactamente al revés. Encontramos las escenas, los documentos gráficos y debemos armar –y modificar continuamente, sin perder el norte– la historia para sacarles provecho y ensartarlos como perlas. Imagine mis piruetas.
Después de no pocas escaramuzas iniciales y de un paciente trabajo doctrinario que me dio al fin sus frutos en Prelorán, conseguimos armar una estructura con ritmo cinematográfico –a pesar de la sofocante mayoría de escenas fijas– y, creo, eficaz. Quiero decir que cualquier persona de mediana sensibilidad y completa ignorancia en la materia puede tolerar sin fatigas esa hora y media y ya no puede ignorar quien fue Castelao y cual su lucha y cuales los problemas de nuestra patria gallega.
La película empieza con fotografías de la niñez de Castelao y con su voz. Todos los parlamentos que dice esa voz en primera persona están sacados textualmente de sus obras: libros, discursos, papeles diversos. Yo traduje con fidelidad y recorté con intención y de la manera que convenía según nuestro propósito y las posibilidades de imagen con que contábamos. Prelorán fijaba los estrechos límites temporales. Así Castelao, con fragmentos de su obra, nos cuenta su vida y explica lo que mostramos ayudado por el relator. Pero esa estructura debía contener su mensaje patriótico en forma clara y agónica, dramática. Y yo tenía que hallar la manera de representar o encarnar de algún modo la tontería centralista, la españolada de chafarrinón, el menosprecio de corte. Y entonces, y para los años que llegan al advenimiento de la Segunda República, elegí como figura contrapuntística a don Alfonso XIII. Con la imprescindible y santa pequeña injusticia y perdonable malicia que tienen inevitablemente estas cosas, elegimos entre sus muchas fotografías aquellas que lo muestran en sus diversos años y en su constante bobalicón perfil. Atusándose el bigote en una, vestido como un polista británico en otra, al comando de un luciente automóvil en esta, empingorotado y con charrateras; en un sarao, en un arenal de Marruecos o dando limosnas; en una corrida de toros, en el palacio, en el hipódromo. No es mucha imagen real en total computable, pero cada una de las veces en que interrumpiendo el relato aparece Su Majestad unos compases de pasodoble torero añaden su bronce y su chunga al contrapunto. El ser contemporáneos, tocayos y el haber coincidido etapas importantes de sus vidas en fechas muy cercanas (y el tener muchas fotografías del Borbón, claro) me incitó a brindar a nuestro paisano tan elegante partenaire. Conseguí además, espero, gracias al rey y a sus veleidades, sus tropiezos en Marruecos, sus lances políticos y su política de reinado, mostrar con cierta agilidad esa historia que vivió España y el mundo en los años que van desde Rianxo a esa primavera del 31. Después, apoyo mi contrapunto en los grandes acontecimientos y en algunos de sus protagonistas; el relator apostilla las imágenes del bienio negro, de los estatutos y del Estatuto, la Guerra de España, la Guerra Mundial y el triunfo, la postguerra y la derrota.
Prelorán grabó muchas voces buscando a la de Castelao, que no se pretendía omitir y ni siquiera evocar. Quería un hombre viejo, que no fuera ni se creyese actor, ni locutor. En la del señor Baltar –quien ya dijo todo el texto de Castelao– cree Prelorán haber hallado lo que buscaba. El relator debía ser más joven, con voz y acento diferentes. Luis Medina Castro fue el elegido y ahora ensaya mi texto. Luego, como dije, muchos anónimos cuyo timbre o estilo encajan en los epígrafes. La banda sonora –que incluye música– es cosa de Prelorán y del asesoramiento que me permita.
La tarea de Prelorán ha sido –y es– formidable. No puedo imaginar a nadie tan atrapado por una vida de la que no tenía sospecha y hasta por un país en cuyas venturas y desventuras lo introdujeron no hace mucho mi librito y nuestras charlas. Sus ahogos económicos –aún los domésticos– fueron muy grandes en estos malos tiempos y, con la inocente blandura que usted diagnosticó, Jorge fue lastimado muchas veces por las actitudes del entorno que usted, asimismo, tan certeramente pronostico. En gran cariño y respeto trabajamos durante meses con algunas crisis de su parte. Hace unos días, y sin que esto lleve relación directa con nuestro trabajo, pero sí en forma de bienvenida compensación y alivio, Jorge acaba de ganar (por segunda vez) la beca Guggenheim. Tratará de cumplir la mayor parte de su término en la Argentina.
Quizá, luego de los primeros y muy difíciles momentos, los inconvenientes más grandes que tuve con Jorge fueron debidos a un violentísimo celtismo que contrajo en las páginas de Castelao. Su parte de sangre irlandesa entró en ebullición y pronto mostró un fanatismo digno de cualquier troglodita de la Cova Céltiga. Y hasta con la ayuda de Simón Feldman imaginó una serie de mapas animados con los más peregrinos desplazamientos de las célebres tribus. Llegamos a una etapa en que los celtas y su influencia parecían bastarle para explicar todo y a mis violentos contraataques respondía con santa indignación, hoscos silencios y renovadas guerras y guerrillas. En su casa de él y en la de Simón o en cualquier lado mientras filmábamos –él por los celtas y yo aliado a cualquier otro pueblo histórico que me viniese bien o sólo, a pie firme– luchábamos con denuedo y sin cuartel. Temía yo y temo, pues Jorge me parece incurable celtómano y didactomaníaco, que se malograra nuestro esfuerzo y en especial su magnífico esfuerzo al seguir cualquiera de las teorías históricas más o menos tópicas que luego pasan o pasaron de moda, amén de aguar el mensaje y ablandar el carozo. Y, mañosamente y sin que me faltara razón, le decía que una cosa es el celtismo –actitud emocional y hasta postura existencial muy digna y aún política, si a mano viene– y otra son las precisiones eruditas sobre temas que ni él ni yo dominábamos y sobre los que, para colmo, no había acuerdo. Y que si todo lo que sabemos o podemos llegar a saber sobre los misteriosos celtas y los indudables romanos y los suevos y todos los que usted quiera se demostrara falso o cosa de fantasía y sueño, no por eso iban a terminar o torcer su modo esas injusticias que denunciábamos ni desaparecería con un suspiro esa nación que defendíamos. En verdad, creí muchas veces haber derrotado a los queridos celtas y otras tantas volvían ellos y acometían mandados por el barbado Prelorán (¿No será Breogán?) y hasta por Simón quien armó con su entraña pétrea un inesperado celtismo. Créame Seoane que si los celtas hubieran tenido tanta resistencia e insistencia como la de estos buenos amigos en el día de hoy y en nuestra Galicia no hablábamos ningún latín corrompido sino algo así como el gaélico.
Prelorán es, como usted sabe, muy trabajador, muy ingenuo y hasta inocente. No puede ni pretende usufructuar grandes lecturas ni mayores erudiciones, pero cuando se le mete una idea entre pelos y barbas es de ver como echa luego raíces y lo mueve a lecturas atragantadas, y florece y frutece y vierte por fin sus jugos en una suerte de breves trabajos cuidadosamente mecanografiados y sometidos, con toda gravedad, a mi crítica. ¡Y menudas angustias las que me dan esas prosas! Esas afirmaciones impávidas que debo atenuar para eludir el traspiés o los azotes de cualquier crítico; esas detonantes ingenuidades quizás inofensivas en un cine-club, pero suicidas frente a otros públicos más sólidos y esos crasos errores que debo tratar suavemente con injertos, barroquismos y sutiles alquimias y procurando no lastimar... Y no hay más remedio que hacer la cirugía porque los trabajosos trabajos de Jorge son la base o el texto mismo que imagina para comentar su lenguaje cinematográfico, sus escenas filmadas, expresión ésta sobre la que reina con absoluto imperio y de la que es más celoso que Otelo. Con aparente docilidad y sin tontas veleidades literarias (Jorge carece –¡felizmente!– de cosquillas) Prelorán acepta mis recortes o mis rechazos y ortopedias, pero vuelve luego con otro texto y torno yo a mis cosméticas y podaderas. El proceso tiende a repetirse y adquirir la mecánica del cuento de la buena pipa y, en cuanto me descuido, de sutil contrabando y con nuevas ropas trata Jorge de volver a pasar un argumento que le suena bien o un clan entero de celtas.
Este didactismo de Prelorán me saca el sueño y me hace temer empresas tan gratuitas como las de explicar que el Mediterráneo está rodeado de tierra y, para colmo, relleno de agua y otras enfadosas disgresiones. Como Prelorán no andaba muy enterado de las andanzas de todos esos iberos, celtas, romanos y bárbaros, moros y cristianos, Prelorán cree su deber exponer el asunto a la manera audiovisual para beneficio y remedio de quienes padezcan esa misma falta. Y como Prelorán no conocía nuestra tierra, sus gentes y su drama, él cree lícito admitir en ambas primitivas inocencias un nexo causal. Y –repite– para conocer Galicia es necesario saber que es Galicia (lo que en su idioma significa tener una idea de su historia... si fuera posible con mapas animados por el amigo Feldman). En fin, que termino usando contra todos aquellos pueblos la energía con que luché contra nuestros celtas. Pero no será fácil impedir algunos mapitas –temo– y haré lo que pueda por evitar que nos den al traste con el esfuerzo y terminemos provocando la zumba de los inteligentes y el aburrimiento de los simples. ¡Qué falta me hace usted, Luis, en estos momentos! Estoy solo en la parte que de verdad interesa y soy el único que puede manejar el negocio y salvar nuestras almas y llevar las aguas discretas a nuestro patriótico molino.
Seoane: quisiera lograr una película rescatable, eficaz, decorosa, permanente; y lo quiero sobre todo por usted y también por Eduardo quienes, en estos Buenos Aires me desbravaron un poco en galaicología y me abrieron generoso crédito de amistad y confianza. Entiendo que nosotros, los hijos de gallegos que llegamos a su lado, tenemos el deber de retornar una obra que justifique tan altos magisterios. Y si meu señor Sant-Yago me da forzas, como a Gaiferos, llegaré, no al Pórtico de la Gloria, pues no tengo para el pasaje, pero sí quizás a salir del anónimo etcétera y ser nombrado en la Enciclopedia Gallega (ver art. sobre Alén Mar...)
Un gran abrazo. No gaste su tiempo en contestar, salvo para ordenarme lo que fuera o para darme un consejo sobre toda esta lata. Quiero decir que mucho quisiera unas líneas suyas, pero no me atrevo a pedirlas.

Cariños a todos y muy especialmente a Maruxa.

Pérez Prado

P.S. Si todo anda bien, creo que la película podría verse allá en noviembre. (Prelorán insiste en procesarla en el exterior, para mejor calidad; eso puede demorarnos, pero no creo que más allá del citado mes).
Salta 760, 3ºB