PROXECTO EPÍSTOLAS

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3 MENCIóNS A Anita Neugebauer (1916-)

Epístolas
Mencionado/a [3]
Data Relación Remitente - Destinatario Orixe Destino [ O. ] [ T. ]
Data Relación Remitente - Destinatario Orixe Destino [ O. ] [ T. ]
1972-10-22 Mencionado/a
Carta de Alvajar a Luís e Maruxa Seoane. 1972
Xenebra
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Alvajar a Luís e Maruxa Seoane. 1972 en 22/10/1972


Ginebra, 22 de octubre de 1972.

Queridos Luis y Maruja:

Sigue la marea de trabajo, en forma tal que no me queda tiempo para descansar. Pero debo escribiros, aunque la carta será menos personal que imaginarse pueda, por lo que a continuación veréis.
Sale en estos días para Buenos Aires Anita Neugebauer, periodista y fotógrafa de Basilea. Hace tiempo vivió en la Argentina durante años, pero se ha quedado completamente desvinculada ahora. Una gran revista de la Suiza alemana le reserva varias páginas para publicarle un reportaje sobre la vida cultural de Buenos Aires. Es mujer muy vinculada con el teatro. Ha estado y sigue estando vinculada con galerías de pintura de Basilea, y en una de ellas está su hijo. Esta mañana de domingo, sacando tiempo al tiempo, me he sentado a escribirles a algunas personas para ver si la pueden orientar. Yo sé que vosotros pensáis como yo que Buenos Aires no está muerto, sino todo lo contrario. Muchos hay por aquí que andan diciendo que todo eso se acabó, que no se hace nada interesante, etc., etc., y para mí que confunden los sentimientos políticos con otras cosas que nada tienen que ver con ello. Yo me paso el tiempo discutiendo con esa gente, porque opino lo contrario, y en el poco tiempo que ahí estuve, saqué una impresión muy diferente de las cosas, de manera que me tomo un interés casi personal, por el cariño que le tengo a esa ciudad que tanto ha sido para nosotros, en ese reportaje. Os ruego que la orientéis. Tal vez podríais explicarle lo que se está haciendo ahí en todos los aspectos. Habría que decirle entre otras cosas dónde están los murales de los grandes pintores argentinos, no sólo en edificios oficiales sino en galerías comerciales y casas de departamentos. La última exposición de Luis. Lo que se hace en teatro. Tal vez, en poesía, podríais ponerla en contacto con Girri, que también le podría explicar algunos de los programas de radio que se están haciendo por Radio Municipal. En fin, mil cosas, que vosotros sabéis mejor que yo.
Quisiera tener tiempo para comentar detalladamente con vosotros la representación aquí de Hair por la gente de París, y sobre todo el paso muy reciente del grupo argentino TSE, que hacen cosas verdaderamente interesantísimas. Todo esto me llevaría el día entero, y bien lamento no poder pasármelo relatándoos lo que creo que os interesaría.
Veré a Anita el miércoles, día en que pasará fugazmente por aquí. Y no tendremos ni una hora para charlar de Buenos Aires antes de su marcha. Ella tiene que volver a Basilea esa misma noche y yo tengo que pasarme el día en la oficina. Desde que llegué, no he hecho más que trabajar, tanto en la oficina como en casa, porque no puedo decir que no a los trabajos que me ofrecen, para no desvincularme de otras organizaciones y por deber para conmigo misma de no rechazar trabajo. El caso es que estoy cansadísima, porque ya llegué cansada de Buenos Aires y del viaje posterior, y no he tenido ni un día de descanso. Parece ser que dentro de tres o cuatro semanas podré contar con cuatro o cinco días para mí, pero es demasiado poco para irme a una playa a tenderme al sol, de modo que me quedaré en casa y trataré de dormir. Estoy en pie a fuerza de vitaminas, tónicos, reconstituyentes y estimulantes cerebrales, pero me pregunto cuánto tiempo se puede o es sensato vivir a base de eso. Miro las pildoritas y pienso con ansiedad cuándo será el día en que desaparezcan de la mesa de la cocina en que me esperan todas las semanas, pero materialmente no puedo prescindir por el momento de ellas. ¡No saben Rafael y Carmen la suerte que tienen pudiendo vivir en Rianjo! Además, el clima de Ginebra es desvitalizador en grado sumo, y es verdaderamente necesario cortar de vez en cuando todo esto para marcharse al mar, que es la única forma de poder luego resistir otros cuantos meses, y yo pocas veces puedo hacerlo. Siempre hay algo urgente o necesario, o algo que te retiene aquí, o tienes unos cuantos días en el momento más inoportuno del año, cuando llegar al sol te cuesta tanto dinero que es verdaderamente insensato.
En fin, no hay que quejarse, porque lo principal es tener trabajo y fuerzas para hacerlo. Le he escrito hoy a Arturo, porque non lo había hecho desde que salí de ahí, y ya sé que se casó de verdad, porque me lo dijo Aurora, que ha pasado un mes aquí en casa. Ahora está en París y volverá a Buenos Aires a finales de año.

Os recuerdo mucho y os abrazo muy fuerte.

Amparo

1973-02-04 Mencionado/a
Carta de Alvajar a Seoane. 1973
Xenebra
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Alvajar a Seoane. 1973 en 04/02/1973


Ginebra, 4 de febrero de 1973

Querida Marujiña:

Recibí tu carta. No te molestes en certificarlas porque llegan todas y ninguna se pierde. Además, como no hay nadie en casa no las dejan, y te ponen un papelito para que vayas en el término de tantos días (pocos) a buscarlas al correo. Si no vas a tiempo, las devuelven. Y nuestro horarios, que casi coinciden con las del correo, no nos permiten la mayor parte de los días llegar a tiempo.
Antes de pasar a contestar tu carta, y para que no creas que soy como aquel individuo que el día del cumpleaños de sus amigos les regalaba una fotografía de él, te diré que esas fotografías son para que se las hagáis llegar a Domingo Antonio Quiroga Ríos, que tanto os adora y admira, que no pasan quince días sin que se ponga a hacer loas de vosotros por correspondencia. Si no lo veis con frecuencia, las podéis dejar a su nombre en La Voz de Galicia o dárselas a Pillado para que se las pase a él. En el momento que más cómodo os venga. Reconocerás, Maruja, el vestido que me compré en Buenos Aires. El otro está hecho con dos pedazos de trapos de colgar en la pared que vendían en una tienda de cosas típicamente bolivianas que pusieron en el lugar donde estábamos trabajando en Chile y que me costaron cuatro perras. Tienen muchos más colores que los que se ven en las fotos: azules y morados, por ejemplo. Lo negro es un albornoz árabe. Las mando porque son las primeras fotografías de mi vida donde no estoy espantosa, y como los Quiroga “nos ponen en álbum”...
Ahora paso a tu carta, empezando por decirte que cada día estoy más admirada de las cosas que hace la gente ahora a las edades de tu suegra. Es estupendo. En cuanto a lo tuyo, te diré que la gripe de este año agarra generalmente fuerte, con mucha fiebre y secuelas de todas clases. Especialmente deja muy agotada. Yo, por ahora, no la atrapé. Lo que sí atrapé fue un ataque de reuma en el brazo derecho que no me deja ni levantar un cenicero o una taza de café. Felizmente me permite escribir a máquina. Pero, en fin, no me preocupa mucho porque supongo que es cosa pasajera. Otras cosas más permanentes me inquietan más. Ya llegaremos a eso.
Le he escrito ayer a Anita transmitiéndole detalladamente todo lo que me decías en tu carta. Espero respuesta, pero además le he dado vuestra dirección en La Coruña por si quiere, además, escribiros.
Asunto viaje a La Coruña. Excuso deciros cuánto os agradezco la hospitalidad, y sobre todo la buena voluntad, porque ya sé que lo hacéis pensando hacerme bien. Es decir, que es una invitación “activa” y no “pasiva”. Por el momento no puedo contestar concretamente. Pasa esto. Sigo mal, con mi famosa enfermedad, que empezó hace siete años y no quiere dejarme. Va mejor, pero no bien. No empiezo a explicárosla porque se necesitan cinco volúmenes para relatar mis peregrinaciones de médico en médico (que sostenían que no tengo absolutamente nada), y luego de psicólogo en psiquiatra, porque, como no tenía nada, tenía que ser psicólogo. Ahora parece ser que han descubierto que casi todas estas cosas tienen, como yo he sostenido siempre, un origen orgánico, y no psíquico. Parece ser que se trata de depresiones endógenas. Las células de la corteza cerebral se ponen de repente a producir no sé que cosa que anula la acción de no sé qué otras dos, necesarísimas. Los médicos mexicanos, tratando de encontrar un remedio para la tuberculosis, descubrieron unos medicamentos que la tuberculosis no la curaban, pero sí lo otro, y los tuberculosos de las clínicas se sentían de repente animados, vitalizados e inclinados a la organización de terribles bailongos. Desde entonces, tanto en América (Estados Unidos sobre todo) como en otras partes, están utilizando estos medicamentos con gran éxito. Otra de las cosas que da resultados muchas veces, sin que se sepa por qué, es el agua litinada (los antiguos litines), que estoy tomando a litros. Los otros medicamentos no me atrevo a tomarlos sin vigilancia médica, porque tienen efectos secundarios fuertes. Tengo los medicamentos, porque una amiga me los ha dado, pero no los tomo. Mi médico actual se puso furioso cuando le hablé de emplear medicamentos para hacer desaparecer lo que resta de mi enfermedad, porque dice que “está absolutamente seguro” de que lo mío es de origen psicológico: sentimiento de inseguridad, etc. En fin, mentalidad de refugiada. En vista de eso, pedí hora con una delas notabilidades de aquí con la que ya he estado en tratamiento hace años, cuando más grave era la cosa. Pero aunque pedí hora hace tres meses no he podido conseguirla antes del lunes próximo. Iré a verlo, porque es un hombre en cuya inteligencia confío y que tiene todas las calificaciones necesarias para el caso: médico general, neurólogo, psiquiatra y psicólogo, profesor de la Universidad, etc. Claro está que la última cuenta que le pagué cuando estuve en tratamiento con él ( que no pensó para nada en cuestiones psicológicas) fue de cinco mil francos, pero la salud es ante todo. Voy a pedir su opinión y su consejo, y luego obrar en consecuencia. En mi estado no me atrevo a hacer planes de viajes, porque hay días y temporadas largas en que no puedo ni andar, y simplemente me arrastro para venir a la oficina y apenas me las arreglo para seguir trabajando. No digo nada a nadie, pero paso por un verdadero infierno. Cuando fui a Chile lo pasé muy mal; no así en Buenos Aires, donde sólo tuve dos días malos. Durante mucho tiempo he tenido que trabajar sentada en el suelo, disimulando y haciendo pasar eso por una originalidad, porque no me tenía en las sillas. En fin, para que seguir...
Espero, pues, la opinión de Feldmann, aunque esa opinión me cueste un ojo de la mismísima cara. Luego está, además, la cuestión de mi trabajo. En principio, debería seguir trabajando hasta eso del 19 de mayo, y luego tendría que interrumpir un mes, en el cual tengo forzosamente que ir a París por unos días para renovar mis papeles, que caducan. En ese momento, de estar bien, me quedaría cierto tiempo para ir a La Coruña, si vosotros pensáis estar ahí y en ese momento no os estorbo. Vosotros me lo diréis. Si es posible pronto, para poder hablar con mi jefa de estas cuestiones de trabajo y saber con un poco más de seguridad si interrumpo en mayo o si tengo que interrumpir antes (cuestiones reglamentarias largas de explicar). Así que cuando tengáis un momento, contestadme dándome una idea de esto.
Uno de estos días en que me siento mejorcita (hay veces, como os digo, en el que no puedo andar a causa de los vértigos) quiero ir a buscaros dos discos que creo que os gustarían: una canción de Brassens sobre todos y cada uno de los reyes que quedan en el mundo, y otra que me gusta mucho, aunque ésta no sé cómo se llama ni de quién es la mujer que canta, pero estoy segura de que os gusta. Si los encuentro, os lo mandaré.
También, de ir allá, quiero que me digáis si queréis algo de aquí, para buscarlo con tiempo. Pregúntale también a Pillado si quiere o necesita algún libro que pueda llevarle o mandarle, y saludadlo de mi parte.
Espero respuesta vuestra para ir tomando las disposiciones necesarias por si llego a encontrarme bien, y digo “por si” porque ya os imaginaréis lo que es para mí la idea de encontrarme en un aeropuerto sintiendo que me caigo y que, cueste lo que cueste, tengo que aguantar, retirar mis maletas o facturarlas, llegar a donde sea, etc., etc. Os pido información con tiempo porque, dadas las condiciones en que trabajo en las Naciones Unidas, necesito preparar las cosas con bastante anticipación, para que no digan que les creo problemas.

Mil cariños a los dos y muchas gracias.

Amparo

1973-02-14 Mencionado/a
Carta de Alvajar a Seoane. 1973
Xenebra
Transcrición

Transcripción da epistola Carta de Alvajar a Seoane. 1973 en 14/02/1973


Ginebra, 14 de febrero de 1973

Marujiña querida:

Ni bien hube echado la carta en que te decía que aún no había atrapado yo la gripe que por derecho correspondía, tuve que llamar corriendo al médico para pedirle un certificado para quedarme en casa, porque tenía 40 de fiebre. Así que antibióticos, pastillas para la tos, supositorios para la fiebre y toda la parafernalia de la gripe. Ahora ya va bien y mañana regreso a la oficina.
¿Cómo va tu flebitis? No me extraña que te haya dejado la gripe esa secuela, porque la que yo tuve hace dos años me dejó una neuritis en el brazo izquierdo que me pasé tres meses viendo y contemplando todas las estrellas de firmamento. Todavía que queda de eso un temblor en los dedos que a veces no lo puedo dominar. Espero que estés mejor.
Aún así me las arreglé para ir a ver a mi notabilidad de profesor Feldman, a causa de lo otro que es más importante. Al principio estaba un poco picado, porque después de todo yo lo había abandonado en el año 1967, y eso a nadie le gusta. Me dijo con un ligero retintín: “Yo pensé al ver que usted volvía: “Afortunadamente, Mme. Alvajar es inteligente y comprende”. Le contesté: “Dr. Feldmann, eso es lo que pensé yo: “Afortunadamente el Dr. Feldmann es inteligente y comprende”. La verdad es que uno tiene tendencia a suponer que todo médico, y especialmente todo psicólogo o psiquiatra, es un hombre inteligente y comprensivo, y yo te digo por experiencia que de los muchos que he visto ninguno me ha dado la impresión de una verdadera inteligencia, salvo éste. A pesar del fracaso de su tratamiento anterior, siempre he pensado en él como el único hombre inteligente que he visto aquí. Luego todo marchó muy bien, tanto que, ¡oh, sorpresa, sobre todo viniendo de un suizo!, al despedirse de mí hasta dentro de quince días me dio un tiernísimo beso en la mejilla, y aún no he salido de mi asombro. Comprendió muy bien todo lo que le expliqué, me dijo (lo que yo ya sabía) que desde el año 1967 en que yo había interrumpido el tratamiento con él hasta ahora la psiquiatría y ramas conexas de la medicina habían hecho enormes progresos, que había muchísimos medicamentos nuevos, que comprendía mi necesidad de recuperar la “joie de vivre” y de sentirme bien, que “qu´est que c´est que cette histoire de se coucher à sept heures du soir?”, etc., etc. Me dio dos misteriosísimos medicamentos, uno de ellos que fui a buscar en la farmacia, donde me contaron las pildoritas una por una y me las dieron en un frasco en el que no hay ni el nombre del medicamento, y otro que se sacó el mismo como quien dice del bolsillo del chaleco, y que debe de ser un medicamento que está todavía en experimentación, porque no viene de ningún laboratorio médico, sino de un instituto de investigaciones sobre Lípidos, y me dijo que volviera dentro de quince días. También me dijo, “Pero tiene usted una cara estupenda”, y le contesté: “Dr. Fielmann, esta cara que tiene usted delante tiene encima catorce colores mezclados, así que no le extrañe que el resultado sea decente”. Claro está que se echó a reír. Ahora hay que tener paciencia, porque estos medicamentos (que creo que son de los que llaman “imaos”) son de actuación lenta.
Ahora voy a ver si os digo todo lo que tengo que deciros, que siempre se me queda alguna cosa en el tintero.
Me contestó Anita diciéndome que os escribía directamente y que ya había recibido carta vuestra. Parece que vuelve a Buenos Aires en marzo, peor que antes pasará por aquí.
Recibí una carta de Aurora Cortázar, que debe de haber venido por sus propios pies, puesto que debe de ser así como mandan las cartas que no traen ni un solo sello, ni siquiera el nombre del remitente. Fecha de la carta: 11 de diciembre. Llegada: 10 de febrero. Todas las noticias que me da ya las había recibido, claro está, de los propios interesados, en cartas con sus debidos sellos, salvo la noticia del nacimiento de la niña de Arturo. Dice Aurora, entre otras cosas, que tenéis la intención de venir por aquí. Os quiero prevenir antes. Lo que está sucediendo en este país es un verdadero escándalo. De un día para el otro suben las cosas, a veces de repente un 230%, aunque parezca mentira. Tenéis que contar con que todo está por lo menos el triple más caro que la última vez que pasasteis por aquí. Y digo “por lo menos”. A mí me parece un verdadero disparate pagar estos precios. Mi casa es pequeña (no es la de las fotografías que mandé para Quiroga, que están tomadas en casa de los Fernández Buján, que él es de Corcubión), pero hay dos habitaciones, una de ellas con una cama grande. En la otra hay un sofá cama, donde yo duermo muchas veces y donde he dormido todo el tiempo que Aurora estuvo aquí. Trataría de no molestaros por las mañanas, porque me levanto muy temprano (a eso de las seis menos cuarto). Me voy a las ocho y no vuelvo hasta las seis o las seis y media. Tendríais la casa para vosotros, con absolutamente todo lo necesario para vivir. Las tiendas necesarias están cerca. Hay autobuses en la esquina que os llevan a todas partes de la ciudad. La Ciudad Vieja está a un paso, con las galerías de arte y los museos. Aunque no sea época de vacaciones de verano de Marta, la cosa tiene arreglo. Viene los jueves a bañarse y arreglarse y a asistir a sus clases de latín, solfeo y guitarra, y ese día tampoco duerme en casa. Sólo duerme aquí los sábados, y los Fernández Buján están encantados de tenerla con ellos ese día, tanto que tengo a veces que pelearme para que me la dejen en casa. Sonia, su hija, es muy amigota de Marta y les gusta mucho estar juntas. Me gustaría mucho que las conocierais, porque tiene excelentes cualidades, y además hace mucho tiempo que tengo ganas de hablar con vosotros acerca del porvenir y los estudios de esta niña, porque creo que Luis puede darme buenos consejos. No entro ahora en el asunto porque pienso que de una manera o de otra os veré pronto.
La Galería Kreuger sigue mandando las invitaciones para los “vernissages” a nombre de Luis acá a casa. Medio se disolvió. Tiene fama de ser un hombre muy competente en lo suyo y honrado, pero insoportable en el trato con sus asociados. Una socia de él, una italiana casada con un suizo sobrino de Le Corbusier, llamada Ana María no sé cuantos (he estado buscando los catálogos donde está su nombre, pero me los debe de haber robado Marta, que es museómana y galeriómana) acaba de abrir una galería nueva que se llama Arte Moderno, aquí cerca de casa. Está en un piso alto, y son dos “dúplex” unidos, una casa lujosísima. Inauguró la galería con una exposición de Fernando Maza, que al llegar aquí lo primero con que se encontró fue con mi nombre en la lista de invitaciones a los “vernissages”, claro está que a casa de Luis. El ya traía mi dirección, que se la había dado su madre; llamó en seguida y pasamos varios ratos juntos. Acababa de exponer en la Bienal de Venecia, con mucho éxito, y ahora tiene una exposición en París y otra creo que en Turín. Aunque está separado de su mujer, que es norteamericana, pasa largas temporadas con ella y con su hijo en un pueblecito que está a unos kilómetros de Palma de Mallorca, un pueblecito muy sencillo, poblado de artistas, al parecer. Me ha invitado a ir allá, pero dudo de poder hacerlo.
Sigo recibiendo La Voz de Galicia, que está mucho mejor informada que La Tribuna de Ginebra o cualquier otro periódico de aquí, y sobre todo trae muchas noticias de Buenos Aires y Chile. Hace unos días sacaron una fotografía del Perón con un aspecto de apolillado que da miedo, diciendo que se va a Rumanía a hacerse un tratamiento gerontológico, lo cual no deja de ser una especie de “pajueranada”, porque el tratamiento de la Dra. Aslam nos lo estamos haciendo todos desde hace mucho tiempo, a título preventivo, porque tan apolillados todavía no estamos. Hace más de veinte años que tengo yo correspondencia con ellos y de vez en cuando me hago el tratamiento, y también Aurora lo emprendió, aunque con pildoritas, porque le tiene verdadero pánico a las inyecciones. También otra vez sacaron como gran novedad una fotografía de una pianista que se acababa de hacer un lifting, una “cara nueva”, como ellos decían. Supongo que sacan esas cosas cuando no encuentran otras con que rellenar un hueco, pero no dejan de asombrarte.
Me tienen prometidos para el sábado los dos discos de que os hablé. El de Grassens es el último y estaba agotado. Así pasaron la canción de los reyes por radio un par de veces, y luego no volvieron a pasarla más, porque como tienen tanto miedo de ofender a los jefes de Estado de otros países... Tanto que está seriamente penada cualquier ofensa pública a cualquiera de ellos. El otro resulta que es de Juliette Greco, cosa rara, porque esa mujer se ha dedicado a cantar las mayores estupideces del mundo desde hace varios años, de modo que no respondo de la clase de canciones que hay en ese disco, a parte de la que se llama “Mon fils, chante”. Os lo mandaré por correo la semana que viene.
Ahora os dejo, porque aprovechando estos días que he pasado en casa me estoy haciendo un pijama “serio”, es decir, sencillo. Todo lo que se encuentra por aquí está lleno de froufrous y de chichis, y no comprendo por qué razón hay que vestirse de idiota para meterse en la cama. Ya veremos lo que sale, porque hace muchos años que no coso en serio.
Y ahora dejo de daros la lata. Ya me avisaréis cuando recibáis los discos, para que me quede tranquila y sepa que no os los robaron por el camino.
Saludos a Rafael y Carmen. Ya sé que estuvo aquí Mireya, porque me escribió. Le contesté, pero no sé si mi carta llegó a tiempo, porque estaba a punto de volverse a América.

Saludos igualmente a Pillado y mil cariños para vosotros.

Amparo