El papel de la emigración
Miles de emigrantes gallegos emprendieron el viaje a América, muchas veces en condiciones penosas.
La emigración fue un fenómeno característico del siglo XIX que tuvo un impacto destacado en la población gallega. Los flujos migratorios hacia las poblaciones urbanas de la industrialización no fomentaron que los labradores gallegos poblasen las ciudades de Galicia, sino que tuvo como consecuencia una partida masiva a América. La emigración tuvo también consecuencias negativas para el gallego, pero hace falta destacar que las comunidades de emigrantes tuvieron un papel central en el incipiente proceso de recuperación del gallego para sus usos públicos y cultos.
Sumario
- El éxodo a América
- Las consecuencias de la emigración para la lengua
- La emigración en la defensa del gallego
1. El éxodo a América
El énfasis en la relación entre los procesos de modernización y nacionalización, y en sus efectos sobre la ecología de la diversidad lingüística, induce al olvido desafortunado de otros factores. Y esta reflexión invita también a considerar las insuficiencias, las irregularidades y las dilaciones de la modernización en España y en Galicia. En todas partes, la modernización implicó la movilización de masas ingentes de personas, lo que en general llevó a la concentración en ciudades industriales de agrupaciones de campesinos previamente dispersos en el hábitat rural. La civilización moderna típica es, como se sabe, urbana e industrial. Pero si la industrialización fue lenta y débil en España (salvo zonas concretas, como el País Vasco y Cataluña), mucho más lo fue en Galicia, lo que significó que el caudaloso movimiento migratorio que procedía del rural en nuestro país no desembocase en las ciudades gallegas, ni siquiera españolas, incapaces de ofrecer medios de vida, sino que se dirigiese hacia América, sobre todo a las comunidades de habla hispana: de una manera destacable, Cuba y el Mar de la Plata.
2. Las consecuencias de la emigración para la lengua
Esto tuvo dos tipos de efectos sociolingüísticos contradictorios, aunque de importancia desigual, con un saldo negativo para el gallego. En principio, la emigración resultó dañina en dos sentidos. Por una parte, afectó en exclusiva a la comunidad gallego-hablante, deteriorando su base demográfica y el hábitat en que el idioma estaba plenamente asentado (en el que, de hecho, se había visto reservado). Por otra, constituyó un acicate para el proceso de asimilación lingüística en marcha, ya que la emigración a países castellano-hablantes se presentaba como única expectativa real de cambio social para las masas rurales gallegófonas, y esto estimuló la aceptación de la escolarización en castellano. Respecto a lo primero, hay que señalar que, aunque la emigración provocó la pérdida de muchos gallego-hablantes que nunca volvieron al país de origen o que (en mucha menor cantidad) volvieron instalados en castellano, también es verdad que muchos de los emigrantes que regresaron (que fueron una buena parte de los que se fueron), al reinstalarse en Galicia, retomaron también el uso habitual del gallego.
3. La emigración en la defensa del gallego
La emigración también tuvo efectos positivos para el gallego, sobre todo en la consciencia lingüística. Si numerosos emigrantes se fueron para América siendo campesinos y volvieron de allí siendo españoles, muchos otros tomaron consciencia de su singularidad como gallegos, particularmente de su identidad lingüístico-cultural. La labor de promoción del idioma de las colectividades gallegas emigradas fue meritísimo, sobre todo en los momentos culminantes del fenómeno, esto es, finales del siglo XIX y comienzos del XX, y, aun más, resultó providencial en la inmediata posguerra, cuando la dictadura franquista silenció la producción pública del idioma en Galicia. Recordemos algunos ejemplos bien significativos. El principal libro en gallego de Rosalía de Castro, Follas novas (1880), fue editado por La Propaganda Literaria de La Habana, y está dedicado por la autora a la “Sociedade de Beneficencia d´os Naturales de Galicia” de la misma ciudad. La iniciativa para la fundación de la Real Academia Galega (1906) partió de la capital caribeña, en la que residía el más insigne poeta en gallego de aquellos tiempos, Manuel Curros Enríquez, que, por cierto, falleció allá. El ensayo más valioso de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, Sempre en Galiza (1944), fue editado por la editorial As Burgas del Centro Orensano de Buenos Aires, la ciudad en que aquel encontró refugio como exiliado y en la que murió. La metrópolis de la Plata, la ciudad gallega más populosa, se convirtió en la década de 1940 en capital de la cultura gallega, e incluso de la edición del libro en gallego.